lunes, 4 de agosto de 2008

‘No la compré... me la regaló el Señor’

Albergue Hogar de Cristo otoño 2008


El diálogo fue así entre el voluntario y la persona que llegaba al albergue: ‘allá está mi cama’ – gritaba este - , ¿cuál cama... la compraste? – respondió el voluntario – ‘allá está mi cama’, volvió a decir con una sonrisa en el rostro y la voz elevada. El voluntario repitió su respuesta. Finalmente, el hombre lo miro seriamente y le dijo: ‘no la compré... me la regaló el Señor’. No había nada más que hablar.

Esta escena me conmovió fuertemente, pues me hizo caer en la cuenta que el evangelio es real y que Dios es fiel, pues cumple su promesa hasta el extremo. Este pobre viejo teniendo nada, ha tenido estas noches buena comida, un colchón seco, frazadas, ducha, toalla, jabón, cepillo, maquina de afeitar... ha tenido techo y acogida.

Jesús tenía razón cuando daba gracias al Padre porque ‘ocultó estas cosas a los sabios y se las dio a conocer a los más pequeños’ (Cfr. Mt.11,25; Lc. 10,21), aunque nos duela y no lo comprendamos a cabalidad, sólo los pobres saben en realidad la verdad de Dios y la saben porque Dios la ha revelado en medio de ellos y porque la Fe de ellos enorgullece a Dios. No otra.

En mi vida no he visto una Fe más sincera y honesta que la Fe de los más necesitados... que faltándoles todo, siguen riendo, cantando y esperando en Dios que ‘algún día llueva la suerte’. Todo esto, sin contar que no hay solidaridad más verdadera y honesta que la de los pobres, pues siguen compartiendo diariamente, entre todos, lo que les falta a cada uno. Es el milagro de la solidaridad del cual Jesús fue protagonista ‘en la multiplicación de los panes’.

Me conmueve sentir el agradecimiento sincero de estas personas hacia Dios y me golpea fuertemente la conciencia tantos hechos personales de egoísmo hacia Dios y los hombres. Tantos gritos al Padre por caprichos individualistas o peticiones al Altísimo sin derecho alguno. ¡Que poco hemos aprendido de Jesús!.

Sin embargo, lejos de irme a un rincón y llorar por cosas que ya no se hicieron, prefiero agradecer todo lo que Dios me ha regalado en esta vida, desde mi familia hasta mi educación y agradeciéndolo, devolvérselo para que el Él disponga según su voluntad. Le pido a Dios que transforme estos sentimientos en herramientas eficientes para la construcción de su Reino aquí en la tierra. Lamentos sin ‘acción’ no sirven de nada.

Dios es fiel y cumple su promesa. Para ello necesita de la libertad humana unida a un grado de desprendimiento personal que conlleve un ‘dar la vida por y para otros’. Ese es el evangelio de Cristo y la Misión encomendada a nosotros. Dios para ser fiel nos necesita. Este Dios Todopoderoso necesita de nuestra fragilidad y nos llama desde ella, nos llama conociendo nuestro lado más oculto y así y todo nos confía su más preciado proyecto: ‘El Reino de Justicia, Amor y Paz’.

Que Dios siga siendo fiel depende de nosotros.

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